30 de diciembre de 2008

La música no es ajena al baile, pero no es lo mismo

Los ritmos musicales tienen un significado: el bolero nos cuenta una historia de amor desgarrado, todo en el pasodoble nos invita a pensar en una corrida de toros, los ritmos caribeños nos trasladan instantáneamente a sus cálidos países de origen, el tango es la escenificación de una tragedia; el fox, pura elegancia. ¡Tanta variedad no puede quedar reducida a bailarlo todo de la misma manera!

Lo primero que hay que aclarar es que no es lo mismo un baile que la música o ritmo que se utiliza para bailarlo. Ambos conceptos coinciden en la mayoría de las ocasiones, pero no necesariamente. Una cosa es el sonido que producen los músicos cuando interpretan una determinada canción o género musical (pongamos por caso, una rumba) y otra, los movimientos que realizan los bailarines cuando la escuchan: normalmente la bailarán con los pasos del baile rumba, pero también podrían utilizar los de otros bailes, por ejemplo los de la salsa o la cumbia.

Esto se debe a que muchos géneros musicales tienen estructuras rítmicas parecidas, por lo que un bailarín puede optar por utilizar los pasos del baile que mejor le "encaje" con lo que oye, siempre que no vaya "fuera de música" que es la única obligación ineludible en la pista de baile.

Lo más importante del baile es la música. Cuando bailamos, interpretamos lo que oímos con nuestros movimientos. Si la música es lenta, bailamos quedo; si es rápida, hacemos pasos más dinámicos y desplegamos más energía. De tener suficiente oído y recursos, podemos ajustar nuestros cambios de paso a los cambios de la música e incluso seguir líneas melódicas con nuestros movimientos. Todo esto simplemente improvisando en la pista a la hora de preparar una coreografía (una sucesión de pasos para ejecutar con una determinada canción) las posibilidades son casi infinitas.
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